Mucha gente interesada en el proceso de Ahora en Común se ha sorprendido este domingo al leer la noticia de que los promotores abandonan el proyecto. Para quienes hemos vivido en primera persona los últimos tres meses de Ahora en Común, no ha sido sorpresa, sino consecuencia lógica. Veamos por qué.
Ahora en Común empezó a gestarse tras las elecciones municipales del pasado mayo, entre un grupo de personas vinculadas al movimiento municipalista y las candidaturas de unidad popular de diversas ciudades del Estado, entre ellas Madrid, Zaragoza o Barcelona. Ellos habían sido parte del éxito de las CUP en las pasadas elecciones y estaban decididos a dar un paso más para cambiar el panorama político. Fueron ellos los encargados de redactar y lanzar el manifiesto, así como sus primeros firmantes.
El manifiesto respondía a una necesidad generalizada entre las personas políticamente responsables y activas, así que alcanzó casi 30.000 firmas en pocos días. Yo misma firmé el manifiesto en aquellos primeros días y me adherí al grupo promotor. En Madrid eran gentes que ya conocía del movimiento municipalista y por haber trabajado juntos en Ganemos Madrid; por tanto, abracé la causa con entusiasmo, a sabiendas de que podríamos repetir el éxito alcanzado en los municipios con las CUP.

Foto de Agustín Millán
Por su parte, los promotores juzgaron necesario adelantarse a un posible secuestro de la marca, tal y como ocurrió con “Ganemos”, así que, en los primeros días de julio pusieron en marcha los trámites para registrar Ahora en Común como partido político y como marca. Cuando el trámite llegó a la oficina del Ministerio, AeC ya tenía cierta presencia mediática, por lo que las pegas para aprobar AeC fueron bastante inusuales: ya no era algo anónimo. El tiempo de espera tras las subsanaciones sería de unos tres meses, así que el tema se arrinconó, sin más.
Mientras, AeC comenzaba su andadura. La idea era “forzar” una confluencia entre Podemos, IU y el resto de partidos a la izquierda del PSOE, pero repitiendo el modelo municipal, esto es, con una organización desde abajo, basada en la ciudadanía y no en los afiliados a los agentes implicados. Se pretendía un acuerdo garantizado y propiciado desde las asambleas ciudadanas, con las condiciones democráticas y participativas que veníamos reclamando desde el 15M.
Al principio parecía que las condiciones iban a ser las adecuadas, que AeC sería un espacio donde la ciudadanía empoderada podría marcar sus condiciones y necesidades a los partidos, con unas primarias abiertas y justas y con un programa participativo. Sin embargo, ya desde la presentación pública en el Círculo de Bellas Artes, quedó claro que las cosas no iban a ser tan sencillas.
Por un lado teníamos a una IU con enormes problemas internos y un descenso en la intención de voto clamoroso. Por otro lado teníamos un Podemos en una tesitura no mucho mejor que IU, pero partiendo de una cuota tres veces mayor, lo que le confería una superioridad que iba a usar como un rodillo. Disidentes de toda condición, pequeños partidos casi desconocidos, activistas decepcionados con la vieja política, todos ellos tenían cabida en el proyecto, lo cual era gratificante, pero a la vez complicaba mucho las cosas.
En el acto del Bellas artes se concedió demasiada importancia a los partidos, haciendo de la presencia de Alberto Garzón lo más interesante para los medios. Mucha gente debió de considerar que algo chirriaba, pues la recogida de firmas se paralizó desde ese momento. Eso no era lo que se pretendía desde el grupo promotor, por lo que se organizó una presentación “nuestra”, en la que quedara claro que AeC era de la gente y no de los partidos. Ese fue el acto del Matadero, que en plena canícula madrileña concitó los apoyos de amplios sectores ciudadanos y sociales.
Pensábamos que habíamos podido parar el desastre, que las cosas volverían a su cauce, al cauce tranquilo y lógico del trabajo de la gente corriente. Lamentablemente no fue así en Madrid. Desde la primera asamblea, tras el acto del Matadero, quedó claro que la gran repercusión mediática alcanzada por los dimes y diretes entre Pablo (Iglesias) y Alberto (Garzón) iban a complicar las cosas.
Acudieron toda suerte de almas errantes en busca de sillón (o banqueta), especialmente los militantes de las familias menos favorecidas de IU, esto es: IU Comunidad de Madrid e Izquierda Abierta. También aparecieron una serie de personas del entorno de Alberto, muy interesadas en que el proyecto no se malograra, así como militantes de segunda fila de IU que veían la posibilidad de abrirse paso en este espacio, salvando así las dificultades de un proceso al uso en el seno de su formación.
Todo ello aderezado con una pléyade de disidentes de Podemos, críticos de Podemos, disidentes del PSOE en busca de espacio, reivindicadores de la República, de la Memoria Histórica, de la Renta Básica y de tantas otras causas justas soslayadas por los partidos tradicionales. El resultado era un maremágnum imposible de organizar.
Pese a las dificultades, se logró una estructura de trabajo mínima, con la clásica distribución de áreas vigente en las CUP. A duras penas se conseguía avanzar en un mes de agosto sin apenas gente en Madrid, sufriendo los contínuos intentos de las familias minoritarias de IU por dirigir las asambleas hacia sus intereses, que no eran otros que formar, sí o sí, una candidatura electoral a su medida. Entre tanto, el grupo promotor intentaba que no ocurriera nada irremediable que alejara la posibilidad de una confluencia con Podemos.
Sin embargo, las declaraciones públicas de Alberto Garzón se interpretaban como si IU fuera la propietaria del espacio, cosa incierta en ese momento. Eso, unido al desembarco de los anteriormente citados, hacía lógica la negativa de Iglesias a una confluencia con AeC. El espacio no respondía a las expectativas generadas y no estaba sirviendo para acercar posiciones, sino para alejarlas.
En cualquier caso, Iglesias demostró poca cintura y una visión estratégica no coincidente con la de la mayoría ciudadana. Nosotros tenemos un proyecto social y político por encima de siglas, mientras que él lo supedita todo al mantenimiento de sus siglas.
Entre tanto, los llamamientos desde el grupo promotor a la cordura, a que los partidos dieran un paso atrás, estaba siendo desoído. Publicaciones, declaraciones, incluso “desayunos”, no sirvieron para nada. Los díscolos de IU hacían de cada asamblea una batalla campal, teniendo como cénit el I Plenario del AeC Madrid del 5-9-15, en el que se intuyó claramente que así no íbamos a conseguir la confluencia. Esta intuición se trasladó al resto del Estado en la Asamblea Estatal del 12-9-15, donde todos asistimos al lamentable espectáculo ofrecido por los militantes de IUCM e IzAb, que faltaron al respeto a la asamblea y al trabajo colectivo, intentando bloquear los acuerdos consensuados por el resto.
Las cerca de ochocientas personas venidas de todos los territorios del Estado asistieron horrorizadas a tan poco edificante conducta. Muchas de estas personas creían, erróneamente, que los reventadores de la asamblea eran trolls de Podemos. Hubo que sacarlos de su error: IU no necesita enemigos de fuera, ya tiene a sus familias disidentes. En fin, quedó bastante patente que el proceso estaba tocado de muerte en Madrid.
La gota que sin duda ha colmado el vaso en las dos semanas posteriores a la Asamblea del 12, ha sido el rumor de que se estaban realizando acuerdos “por arriba” entre Alberto y Pablo, incluso entre dirigentes de otras formaciones presentes en AeC y dirigentes de Podemos. Tal vez hayan sido rumores malintencionados, pero han estado tan bien orquestados, que nos han llegado por muy distintas vías, haciéndonos creer en su posible veracidad.
A lo largo de estas dos últimas semanas se han sucedido, además, los llamamientos diversos a la unidad (Talegón, Sotillos), así como la presentación de nuevos partidos o plataformas que se presentan como salvadores de las masas (tándem Baltasar Garzón, Villarejo, Llamazares, Mayor Zaragoza), como redentores de la izquierda (los dudosos ex IU de Madrid expulsados recientemente por sospechas de corrupción) o como adalides de la confluencia con Podemos, como si se pudiera confluir consigo mismo, caso de la gente de Convocatoria por Madrid (ex IU de Tania Sánchez). El panorama ha resultado cada vez más desolador en estos últimos días, con el uso indiscriminado y a veces indebido de AeC por parte de todos y cada uno de los dirigentes políticos que apelaban a la confluencia.
La bomba estalló cuando el martes se hizo público que el registro como partido político había sido admitido por el Ministerio del Interior. Mucha gente, ajena a las decisiones que se tomaron antes de la presentación del Bellas Artes, se rasgó las vestiduras, pidió explicaciones, exigió poder controlar la marca. Se vertieron acusaciones muy duras sobre las personas que figuraban como cargos del partido. Fue todo muy desagradable.
Para colmo, el jueves se disparó la noticia oficiosa de una reunión en la sede de Equo entre gente de dicho partido, Tania Sánchez, Sotillos, Lara Hernández de IU y dos personas “representantes” de AeC, personas que son del entorno de Alberto Garzón. Este cónclave se sustanció con una declaración de confluencia que no iba firmada por AeC y la pérdida final de confianza del grupo promotor de AeC en la viabilidad del proyecto, ya que era claramente un acuerdo “por arriba”. El viernes saltó a los medios la noticia de que Iglesias había decidido confluir con Equo, IU y otros agentes prescindiendo de AeC, algo que irritó sobremanera a mucha gente activista, pues no parece adecuado que estos enjuagues cupulares se produzcan y menos que se conozcan por la prensa.
Hay que saber, además, que en el Plenario del sábado se constató la casi total ausencia de activistas ajenos a alguna de las familias de IU, lo que contribuyó a precipitar la decisión del grupo promotor de abandonar el proyecto, visto que ha perdido, al menos en Madrid, la legitimidad que confiere la presencia de ciudadanía ajena a los partidos.
Siendo malévola diré que la única confluencia conseguida fue la de las distintas familias de IU, que, esta vez sí, consiguieron terminar el Plenario sin que pareciera una batalla campal.
Sólo me queda mostrar mi preocupación por el proceso en el resto de territorios. AeC es algo más que una marca, es un deseo de unidad, una necesidad. Se llamará AeC o de otro modo, pero solo podrá ser auténtico si los partidos dan un paso atrás y dejan paso a la ciudadanía. Podemos sin IU no puede, IU sin Podemos no puede, pero que tengan claro que ninguno de los dos podrá sin la gente.
- Autora: Ana Barba
- Fuente: Colectivo Burbuja
El acto de Bellas Artes no fue un acto de Ahora en común: fue un acto preparado previamente al que se invitó a AeC a última porque acababa de salir el manifiesto. Generó mucha confusión sobre AeC porque muchos medios han repetido, incluida la foto, que fue el acto de presentacion de AeC, pero no fue así. No sé cómo se repite ese error aquí.
Para reflexionar sobre otras cuestiones, que tienen que ver con las tensiones internas del proyecto (lxs promotores pasaron a actuar como una parte y no como unificidores del proyecto, mientras otras personas exacerbaban las tensiones desde la otra parte) , requeriremos más tiempo y sosiego.
Totalmente de acuerdo José XXXXXXX. Bellas artes no fue organizado por Ahora en Común, sino que fuimos invitados. No se han ido los promotores, solo algunos de los promotores iniciales que, efectivamente, han actuado como parte en conflicto con otra. La inmensa mayoría de los y las personas que trabajan por Ahora en Común en los territorios del estado está al margen de estas disputas y cree firmemente en la necesidad de la unidad de la ciudadanía consciente que ponga a los partidos y sus aparatos a empujar desde atrás y no a maniobrar por delante.