El consumo colaborativo, también llamado economía compartida, o del compartir, economía colaborativa o de la colaboración se define por su propuesta de compartir los bienes frente a poseerlos. Pasar de su propiedad al acceso y uso. Sencillo y complicado a la vez y, si lo sabemos y queremos hacer, posiblemente revolucionario.
Como señalaba Bryan Walsh en la revista TIME de marzo de 2011 «Algún día miraremos al siglo XX y nos preguntaremos por qué comprábamos tantas cosas». Poseemos productos que apenas usamos y que dejamos que duerman almacenados antes que otros los utilicen. Los compramos y los usamos poco o no los volvemos a utilizar nunca. Y cuando estorban, o ya no nos gustan, los tiramos a la basura y su naturaleza se transmuta en montañas de residuos que crecen sin tregua.
Un clásico ejemplo es ese taladro que se utiliza veinte minutos de media al año y pasa almacenado la mayor parte de su vida en tu armario o en el trastero. Pero este pequeño sinsentido se multiplica con mucha frecuencia y alcanza a casi todas las esferas de nuestra vida y la de nuestras posesiones.
Lo hacemos nosotros sí, pero en ocasiones también el producto ha sido diseñado para una corta vida útil o tenemos una necesidad (real o inducida por el contexto social y la publicidad) de nuevas prestaciones que hacen que queramos el nuevo modelo y el “viejo” quede arrinconado o se convierta en residuo involuntario, en lo que se ha venido en llamar obsolescencia programada.
A pesar de la actual crisis, nuestra sociedad de consumo se ha caracterizado por la compra compulsiva, por el comprar por comprar cosas que usamos muy poco la mayoría de las veces: fabricación, transporte y eliminación suponen un gran impacto en el medio ambiente: energía, materiales, huella de carbono, contaminación… y también en muchas ocasiones un impacto social en forma de explotación laboral o infantil.
Frente a este panorama, surgen diversas respuestas sociales y movimientos de distintas personas y grupos, como el consumo responsable, que abarca multitud de facetas. Y entre ellas despunta con fuerza y luz propia en este momento el consumo colaborativo o economía compartida del que se oye hablar con mucha fuerza en el último año.
La crisis económica, social y de valores ha hecho madurar y florecer el consumo colaborativo, pero las razones de fondo que lo sustentan están ahí hace tiempo. Albert Cañigueral, señala en su web que «la sociedad de propietarios, el hiper consumo y el diseño para la basura son, simplemente, insostenibles».
El consumo colaborativo es un amplio y variado movimiento que defiende el acceso a los bienes y los servicios que estos proporcionan frente a la propiedad de los mismos.
Propone compartir, colaborar, acceder o intercambiar bienes en vez de poseerlos. Pasar de la propiedad al uso. Desde el movimiento se destaca que compartir también está en la esencia y la naturaleza de las personas y, para la mayoría de nosotros y nosotras, las dinámicas que pone en juego proporcionan más beneficios y satisfacciones que el individualismo, el hiperconsumo y la sociedad de usar y tirar.
El consumo colaborativo defiende el acceso a los bienes y los servicios que estos proporcionan frente a la propiedad de los mismos.
Los ejemplos son muy variados y los iremos viendo a lo largo de este número: es posible optimizar el uso de bienes compartiendo coche, lavadora, bicicleta pública, e incluso casa a lo ancho del mundo; es posible reducir la cultura de usar y tirar mediante el intercambio, la reutilización, la venta y compra de segunda mano o la donación entre particulares (de libros, CD de música, ropa, electrodomésticos, muebles, juguetes…).
También es posible comprar de forma colectiva alimentos sanos, sabrosos, saludables y cercanos, organizados en grupos de consumo; es posible participar en la microfinanciación colectiva (crowdfunding) de proyectos que nos parezcan interesantes y que de otra manera no encontrarían forma de desarrollarse; es posible generar comunidades y espacios de trabajo compartidos (coworking) donde las competencias de las diferentes personas se potencian y
los servicios se optimizan; es posible compartir nuestro bien más valioso, el tiempo, y ofrecérselo a otros en bancos de tiempo.
Nuevas formas de compartir
La economía colaborativa reinventa formas tradicionales de compartir, colaborar, intercambiar, prestar, alquilar y regalar que ya existían. Consigue redefinirlas y amplificarlas gracias a las nuevas tecnologías, las redes sociales de internet, las tecnologías de la información y la comunicación y las comunidades que pueden generar. La explosión de las redes sociales de internet es una herramienta clave en su florecimiento.
El consumo colaborativo imita los intercambios de productos y servicios que ya antes tenían lugar cara a cara en una escala y de una manera en que nunca habían sido posibles, gracias a internet y la capacidad de compartir, crear confianza y reputación entre extraños, como Rachel Bostman, una de sus principales impulsoras y autora de un libro pionero en la materia What’s Mine Is Yours: the rise of collaborative consumption.
Si el siglo XX fue el del hiperconsumo basado en el crédito, la publicidad y la propiedad individual, para los impulsores de miles de iniciativas de economía compartida, el siglo XXI ha de ser el del consumo colaborativo a través de la reputación, la comunidad y el acceso compartido. Como señala Kevin Kelly «la tendencia es evidente: el acceso es mejor que la propiedad».
Los sistemas del consumo colaborativo
Son tres los grandes sistemas de consumo colaborativo cuya descripción, ejemplos y características se pueden ver en la tabla adjunta, desde los que se basan en el uso compartido de productos, bajo diversas fórmulas, pasando por los mercados de redistribución basados en las donaciones, el trueque y la segunda mano, hasta los estilos de vida colaborativos.
Las motivaciones que están impulsando el consumo colaborativo son variadas. Con la dura crisis económica (que también es social y ambiental), el ahorro ha dado un gran impulso al consumo colaborativo, ya que el acceso a los bienes frente a la propiedad puede suponer en muchos casos un ahorro y también es capaz de generar ingresos económicos a las personas.
A la vez hay motivaciones sociales sustentadas en un movimiento de personas y grupos que crean estos modelos para compartir. Adquieren de esta manera un fuerte componente de socialización y muchos de ellos han nacido del cooperativismo, el asociacionismo y el denominado “procomún”. La economía compartida se define así por su perfil social y muchas de estas personas participan también en la economía social Además, para muchas personas, ¡es más divertido!
Pero también hay razones empresariales. Existen empresas que ya basan su actividad en modelos de consumo compartido. Han visto que se trata de una oportunidad de negocio y abordan el ámbito más económico y empresarial del consumo colaborativo.
Son nuevos modelos de negocio alternativos plenamente viables y muchos son rentables. Una parte de ellos generan empleo verde o social, al que debemos dirigir nuestras miras en esos momentos, como señalan diferentes informes internacionales. Dos son los modelos principales de negocio en consumo colaborativo: la conocida como primera generación es la denominada B2C, del negocio al consumidor. En ella la empresa o compañía es la que adquiere los productos y realiza el mantenimiento y alquiler de los productos.
Es la versión del siglo XXI de los antiguos negocios de alquiler, pero con la innovación y sustento de nuevas tecnologías que permiten ampliar su ámbito y prestaciones. Pueden requerir costosas inversiones de capital pero son menos complejos de gestionar, al hacerlo a la manera más clásica.
Un ejemplo son los sistemas de coche compartido tipo carsharing y los sistemas de bicicleta pública compartida.
La segunda generación es la P2P (peer topeer), de igual a igual. En ellos es la comunidad la que proporciona inicialmente los bienes (no requiere una inversión de capital para adquirirlos), habitualmente a cambio de beneficios o ventajas sobre las transacciones. Es más complejo, ya que requiere un intercambio a dos bandas, una cuidadosa gestión de la oferta y la demanda y jugar con dos valores: parámetros de calidad y confianza.
En ocasiones, otro negocio pionero es alquilar las soluciones técnicas y conceptuales creadas a pequeños grupos que crean nuevas redes más reducidas. Un ejemplo es el coche compartido tipo carpooling.
No menos importantes son los motivos ambientales: la reducción del consumo, el consumo responsable y el consumo colaborativo se ven como un compromiso con el uso sostenible y eficiente de los recursos, que puede permitir reducir la huella ecológica global, la huella de carbono, los impactos y presiones sobre los recursos, los ecosistemas y la biodiversidad del planeta y la generación de residuos y contaminación.
Por tanto el consumo colaborativo y la economía compartida se están convirtiendo en un incipiente y prolífico laboratorio de sostenibilidad al integrar de forma equilibrada lo ambiental, lo social y lo económico, las tres patas de la sostenibilidad.
El consumo colaborativo, como señalan desde OuiShare, puede ser también el caballo de Troya de un concepto más amplio de economía compartida y la base de un movimiento que también está alcanzado ya a la producción contributiva, en que el diseño industrial de productos es compartido en abierto y puesto a disposición de otras grupos
para ser mejorado. Los más visionarios creen que desde ahí puede alcanzar más ámbitos sociales como el conocimiento abierto, Open Data (datos abiertos) y el gobierno abierto (Open Government).
Jesús de la Osa Tomás – @jesusdelaosa
Cuatro ingredientes para un consumo colaborativo
Varios son los factores necesarios para conformar el consumo colaborativo. De una parte el bien común, como concepto que debe superar la barreras que se le atribuyen en cuanto a que los bienes gestionados de forma colectiva corren el riesgo de ser destruidos y es necesaria una estricta regulación para ellos.
De otra, los bienes o productos ociosos, que se utilizan muy poco y están almacenados la mayor parte de su vida, y a los que el consumo colaborativo puede devolver la vida y el uso.
La tecnología es imprescindible y optimiza la localización de los recursos y permite reunir o agregar personas con intereses comunes capaces de construir comunidades interesadas y sistemas de pago o intercambio.
La confianza o reputación entre esos usuarios es el ingrediente esencial final para permitir un volumen de gente que haga viable la iniciativa. Estas cuentan con sistemas de referencias y comentarios que influyen en la toma de decisiones y la actitud de otros usuarios a la hora de compartir el bien de alguna de las maneras posibles.
El reto de la durabilidad y la eficiencia en el consumo colaborativo: imaginando el futuro
La generalización de modelos de consumo colaborativo en muchos aspectos de la vida cotidiana puede estar lejos, pero hay que anticiparse a algunos retos desde el principio.
El acceso a bienes de uso compartido frente a la propiedad individual implicaría una reducción de la producción y consumo de ciertos productos que hoy utilizamos muy poco, reduciendo la huella ecológica y el impacto ambiental asociados a su fabricación. Sin embargo, en muchos aparatos (como electrodomésticos) su mayor huella ecológica corresponde a la fase de uso por el consumidor y solo una pequeña parte a su fabricación.
Por tanto, en productos que vayan a usarse mucho, todavía debe cuidarse más ese aspecto. Imagina simplemente que compartiéramos entre varios vecinos una lavadora que funcionara muchas horas al día: debería estar preparada para ello desde todos los puntos de vista.
Así, los nuevos productos que se fabriquen para satisfacer esas necesidades del uso colaborativo habrán de tener algunas características especiales: aparatos y tecnologías deberían implicar un excelente ecodiseño enfocado a la durabilidad, la eficiencia y el menor impacto en todo su ciclo de vida.
Su vida útil debería ser larga, resultar muy eficientes en el uso de recursos (agua, energía, etc.) pues van a ser utilizados muchas más horas que los aparatos convencionales actuales, ser más resistentes y estar preparados para un uso más intensivo, ser adaptables a necesidades de diversos tipos de usuarios, disponer de elementos tecnológicos que simplifiquen el uso compartido y estar proyectados para una alta reparabilidad durante su ciclo de vida y una gran reciclabilidad de sus componentes no reparables o reutilizables al final de su ciclo de vida.
Por ejemplo, algunas bicicletas de los sistemas de bici compartida de muchas ciudades están diseñadas bajo estas premisas.
Por tanto, si la economía compartida se extiende y el consumo colaborativo de productos crece, un nuevo mercado de productos con esas características puede y debe desarrollarse.
Diversos ámbitos han visto un desarrollo de las iniciativas de economía compartida. Abordamos aquí un pequeño listado por sectores, necesariamente incompleto, dado el dinamismo extraordinario de este tipo de proyectos.
Una solución para cada necesidad
Movilidad compartida y más sostenible
Caminar, ir en bici o en transporte público colectivo son las mejores fórmulas de movilidad sostenible para tu salud y la del medio ambiente. Cuando no sea posible, hay otra alternativa antes que el uso individual del automóvil: compartir coche.
Esta práctica tan antigua como los viajes y los vehículos, y que quizá has utilizado con compañeros de trabajo o amigos, se renueva y amplía hoy con las fórmulas innovadoras del consumo colaborativo gracias a internet.
En el carpooling se comparte coche y viaje, ya que se hace uso compartido del vehículo y del trayecto con otros pasajeros, en general personas que viven y trabajan cerca de nosotros. Se conectan conductores con asientos libres en sus coches con pasajeros que precisan viajar al mismo destino.
Tanto empresas privadas como instituciones han puesto en marcha iniciativas de este tipo, organizadas a través de una página de internet que permite buscar los posibles trayectos en los que estamos interesados (lugar de origen y destino) y un sistema de búsqueda y contacto ágil y sencillo. También podemos colgar el trayecto que vamos a realizar con nuestro coche y esperar candidatos que estén interesados en compartir viaje y gastos.
Las hay más enfocadas a trayectos más cortos (ir a trabajar) y otras a trayectos largos, en ocasiones a eventos compartidos (conciertos, festivales, pruebas deportivas, viajes de negocios…).
Como en todas estas iniciativas, un sistema de valoración de cada miembro sirve para establecer la seguridad, la calidad y la reputación. Además puede ser divertido, se conocen personas y se establecen vínculos sociales.
Unas tienen apoyo público y otras son negocios privados. Entre las redes públicas de carpooling podemos citar Coche Compartir red pública de municipios, empresas y organismos que fomentan el uso del coche compartido. Las comunidades autónomas han puesto iniciativas en marcha, como Menos Humos en Aragón.
Diversas empresas proporcionan ya este servicio, como Blablacar, cuyo lema es «Conectamos conductores con pasajeros para compartir viaje». Otras como Amovens proponen «Encuentra compañeros para compartir trayectos en coche».
RoadSharing se basa en «Compartir coche y viajar juntos para reducir los gastos de viaje y contaminar menos». Carpooling.es es otra plataforma para viajar en coche compartido por España y Europa con el lema «Encuentra. Viaja. Ahorra» y Shareling proclama «Compartir transporte: más verde y menos gastos». Por tanto, una enorme oferta.
El carsharing se traduce también como compartir coche, pero este concepto hace referencia al alquiler de vehículos por periodos cortos de tiempo (desde horas hasta incluso pocos días): para realizar un trayecto, ir a un polígono, de compras, un pequeño viaje… Aquí no se comparte trayecto con otras personas. Un coche está aparcado el 92 % de su vida. Estas iniciativas pretenden optimizar su uso, de manera que hagan falta menos coches en propiedad y que del “autoquieto” se pase al verdadero “automóvil”.
La organización puede ser llevada a cabo por una empresa o por un grupo de usuarios particulares organizados.
El carsharing P2P (peer to peer, de igual a igual) es un servicio de alquiler de coches entre particulares que quieren obtener una rentabilidad de su vehículo mientras no lo utilizan, por ejemplo durante la semana laboral, y lo prestan a otros por una cantidad de dinero. Entre ellas se encuentra por ejemplo, SocialCar de alquiler de coches entre particulares.
También hay empresas con flotas grandes de automóviles, pero el funcionamiento es distinto de las empresas tradicionales de alquiler de coches. Pagando una cuota de abonado, o solo el tiempo de utilización, tomas un coche en un lugar y lo dejas en otro donde la empresa tenga sede, sin necesidad de reserva o papeleo, con una simple tarjeta electrónica u otro sistema.
Hellobyecar indica que cada vehículo de carsharing podría hacer desaparecer 20 vehículos de la ciudad y disminuir 1.900 km por persona y año empleados en buscar aparcamiento.
Por ejemplo, Avancar proporciona coches por horas y días cuando los necesitas y RespiroCarSharing, ofrece el servicio como la nueva manera de tener coche. Este método contribuye sobre todo a reducir los problemas de congestión y también optimiza el uso de vehículos que estarían parados la mayor parte del tiempo. Y ya hay algunas empresas que ofrecen el servicio con vehículos eléctricos, menos contaminantes.
También están surgiendo numerosas iniciativas de taxis compartidos, en la que el usuario puede compartir carrera con otros usuarios, como Compartiendo Taxi o Taxi Sostenible, que además optimiza las carreras del taxi más cercano, aumentando la ocupación y reduciendo las carreras vacías y las emisiones de CO2 por pasajero.
No debemos olvidar aquí uno de los medios de movilidad compartida más ecológicos que existen: los sistemas de bicicleta compartida, muchos de ellos públicos, pero también de iniciativa privada. En 2011, según Esther Anaya había 147 sistemas de bicicleta pública en 196 municipios, con 26.000 bicicletas públicas. Destacan sistemas como el Bicing de Barcelona, Sevici de Sevilla, Valenbisi de Valencia o Bizi de Zaragoza, cada bicicleta es así compartida por muchas personas al día y se procura el acceso cómodo y fácil a este medio de transporte ecológico.
La gran mayoría de modelos responden al modelo de consumo colaborativo B2C anteriormente comentado, bajo iniciativa pública.
Compartir alojamiento y vivencias
Viajar es más fácil gracias al intercambio gratuito de alojamientos que practican los couchsurfers. En Couchsurfing (inicialmente sin ánimo de lucro y luego convertida en empresa) un anfitrión ofrece alojamiento a los que viajeros que quieren ir mucho más allá de ahorrar; sino que buscan otra forma de descubrir y conocer personas, lugares y culturas en el lugar de destino. Más de 6 millones de personas en más de 100.000 ciudades se encuentran registradas.
La iniciativa empresarial pionera y más potente en este ámbito actualmente es Airbnb. Surgió en 2008 en San Francisco entre un grupo de amigos que no llegaban a pagar su piso y decidieron ofrecer su casa a través de internet para completar el dinero que les faltaba, ofreciendo dormir en colchones de aire y proporcionando desayuno a sus usuarios (air bed and breakfast). Luego evolucionó a un negocio de grandes proporciones. Algunos datos dan idea de ello. 11.000 propiedades se encuentran registradas en Barcelona en Airbnb y se calcula que en España entre septiembre de 2011 y 2012 ha movido 35 millones de euros.
Es posible encontrar muchas iniciativas que han copiado el modelo, como Bedycasa, 9flatso, Alterkeys entre las generalistas y otras para grupos específicos (denominadas verticales): emprendedores (Bizpora), público gay (MisterBnB) y un amplio etcétera.Redes como Knok, HomeforHome y la recientemente creada HomeCompartia se dedican al intercambio de casas enteras entre sus usuarios.
Como siempre, la confianza y la reputación a través del perfil, con verificaciones y referencias, y una serie de normas de comportamiento permiten generar confianza entre los que van a hacer uso de tu sofá (couch) o con quienes vas a intercam-biar casa.
Segunda mano, intercambio y trueque
WWF dice que tenemos 4.000 objetos en nuestros hogares, la mayoría fuera de uso cotidiano, alma-cenados y acumulados. La cantidad de comunidades y redes surgidas en torno a los objetos de segunda mano, el intercambio, al trueque e incluso la donación directa y desinteresada de productos que no se quiere que acaben en la basura es extraordinaria. Los mercadillos de segunda mano e intercambio se extienden por doquier.
La filosofía es no tirar y no guardar, sino vender a precio muy ventajoso objetos a los que alargar su vida, intercambiar y compartir. Y las redes van desde las de carácter más local y empresarial (con tiendas físicas donde comprar y vender productos de segunda mano) a otras de carácter más social y más global, pasando por todos los puntos intermedios y combinaciones que podamos imaginar.
Es el segundo modelo de consumo colaborativo que se ha venido en llamar mercados de redistribución. Surgen nuevas iniciativas continuamente y otras se cierran, por eso lo mejor es utilizar un buscador de internet e interesarse por aquellas más locales, más activas y más sociales.
Fuente: Revista es posible
el consumo colaborativo es un movimiento que afortunadamente cada vez gana más adeptos en Europa y en el mundo en general, uno de los indicadores es el aumento de los sitios web de intercambio de alojamiento para vacaciones.
Celebro esta iniciativa, se cuida el medio ambiente y se consume responsablemente.
Un artículo muy completo. Os invitamos a conocer una iniciativa de consumo colaborativa muy especial, en tanto conforma una red de buenas personas: peopleinthe.net 😉
Tendríamos que estar ya construyendo el futuro, puede que aún estemos a tiempo, pero no nos queda mucho, en muchos aspectos..