Carta abierta a Francisco Castañón, alcalde y aspirante del PP a la alcaldía de Gordón (León)

Para empezar no sé si dirigirme con el tratamiento de Ilustrísimo, de usted o simplemente de tú.

Lo de Ilustrísimo ya sé que viene determinado legalmente por el simple hecho de ocupar el cargo aunque uno nunca haga el mínimo mérito por merecerlo.

El tratamiento de usted se otorga a aquellas personas a las que uno respeta y admira. Bien por sus conocimientos, por su trayectoria ejemplar, bien por sus contribuciones a la sociedad de manera desinteresada o por solidaridad demostrada.

Francisco Castañón, alcalde y aspirante del PP a la alcaldía de Gordón

El trato en segunda persona, es decir, de tú, se ofrece a aquellas personas con las que uno tiene empatía, que se muestran cercanas y amables, que casi forman parte de tus vivencias y de tus sentimientos.

Por tanto me encuentro en una difícil situación porque ninguna de las tres premisas sería la adecuada.

Sin embargo, y a pesar de ello, como ciudadano gordonés voy a elegir la última y te voy a tratar de tú aunque nunca me hayas demostrado lo que ello implica.

Y hasta voy a tener el atrevimiento de llamarte Paco, dicho sea con todos los respetos para los Franciscos.

Ya me conoces: mi padre fue minero y yo trabajé en la mina durante algunos veranos mientras estudiaba para contribuir a la ayuda económica familiar. Me he criado, como tú, en un ambiente minero. He vivido las alegrías de sus alegrías y he llorado con ellos cuando les han brotado las lágrimas. Y no solo lo he hecho yo, también lo han hecho todos los gordoneses de buen corazón. Todos menos unos pocos.

Hice mi carrera universitaria como el resto de gordoneses: con el esfuerzo inconmensurable de sus padres que traducían el calor y la humedad de las galerías, el polvillo del carbón que les comía las entrañas y el grisú asesino, en un deseo irrenunciable de que sus hijos fueran algo en la vida, porque ellos, hartos de pelear con la mina se creían el último escalón del sufrimiento.

Somos muchos los gordoneses que le debemos nuestra infancia y nuestro futuro al carbón. Somos muchos los gordoneses que hemos venido contemplando cómo lo que nuestros padres pelearon para darnos una vida mejor se ha ido disipando con tu aquiescencia, con tu mirada de perfil y con tu falta de pundonor para demostrarnos que eres un gordonés más.

Has preferido dejar tirados a todos tus convecinos, incluso a los que se han gastado su dinero en tus negocios para que prosperases, a plantarle cara a un gobierno y a un partido que ha decidido acabar con el futuro de tu propia tierra. Has sido cobarde y has mirado por tus intereses personales. Los temas sociales (que paradoja haber sido responsable provincial de ese departamento) nunca te han conmovido.

Simplemente voy a decirte una cosa: puede que vuelvas a ser alcalde de Gordón. Puede que lo seas aunque no ganes las elecciones. Y puede que vuelvas a mentirnos y a cortarte las venas por la defensa de la zona. Del mismo modo que lo has hecho hasta ahora. Y puede que vuelvas a ser lo que anhelas en la Diputación.

Pero serás un alcalde que nunca podrá mirar a los ojos a sus vecinos. Ni siquiera a sus votantes, que todos sabemos cómo se comportan los partidos políticos con sus afiliados cuando hay elecciones.

Serás siempre y por siempre el alcalde que ha vendido a sus gentes y a su tierra por un plato de lentejas.

Y siempre te perseguirá la larga sombra de José, de Ángel o de Fabián Tascón. Porque ellos sí fueron alcaldes y vecinos. Y por encima de ello, hombres de bien. Por eso se les recuerda y permanecen sus obras.

El tiempo es un juez implacable y me temo que no te tratará bien.

A pesar de que tienes una salida honrosa que estoy seguro de que no utilizarás: irte del ayuntamiento antes de que lleguen las circunstancias que ahora no crees que lleguen, pero que vendrán.

Autor: Jesús Del Olmo Diez