Ministro Gallardón:
Tengo un problema de conciencia y me gustaría consultarle a usted, que es el muñidor del nuevo Código Penal Español y, por ello, el oráculo de la Ley a la que todos los españoles debemos someternos, nos parezca justa o nos parezca un desatino literario, que eso a usted le da igual, y me parece lógico que le dé igual, a tenor de sus antecedentes.
Verá usted, ministro: mi problema es que yo me siento —en mi fuero interno (y cada vez se me nota más en mi fuero externo)— nacionalista español. Y socialista. No, no se excite. No llame todavía a los guindillas: porque YO NO SOY ANTISEMITA. Al contrario.
De hecho, ministro, yo, siempre que tengo dudas sobre cómo interactuar socialmente —en política, sobre todo—, me pregunto qué haría en mi lugar un judío sionista. Y enseguida hallo el norte, la respuesta y procuro actuar igual. Le pondré, ministro, algunos ejemplos.
Cuando me pregunto: “¿Debo amar a mi patria y sentirme orgulloso de ser español?”, y noto que dudo en la respuesta —antes me hallaba confundido, CRÉAME, pues los medios políticos y de información llevan casi 40 años exigiéndome que me avergüence de ser español, como usted bien sabe—, me respondo así: “Yo le debo tanto amor a España como un judío se lo tenga a Israel”. Y ya sé lo que tengo que hacer enseguida y cómo considerar a los españoles que no piensan como yo. ¡Yo, en su lugar, no me haría el palestino!
Y si me pregunto: “¿Debo respetar que los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE pactaran de consuno la renuncia constitucional de todos los españoles (a los que dicen representar en la pantomima democrática de la Monarquía de Partidos) a la inmunidad soberana de la nación ante sus acreedores, tal como hicieron el 2 de septiembre de 2011?” Y me respondo, mutatis mutandis: “De eso, nada. Mi patria, que es España, está por encima de todas esas peripecias, como Israel lo está para los judíos, vivan donde vivan.
Israel ni siquiera se somete al Tribunal Penal Internacional (como tampoco lo hace EEUU, pero esos son harina de otro costal, y no tienen amor a ninguna patria que no sea el dinero). Bueno, pues mi España tampoco se someterá jamás a tribunales externos, que atienden a intereses que nos son adversos. Y considero que la inmunidad soberana de España es un derecho inalienable, haya firmado lo que haya firmado el desleal y alevoso PPSOE.
Me da igual, papel mojado, otra mancha en la Constitución de 1978; otra basura como la monarquía hereditaria o las autonomías. Ya ve, qué fácil me parece todo, gracias a los judíos. Porque ellos, ni cortos ni perezosos, en cuanto les pareció que su constitución no era lo bastante nacionalista, la reformaron en 1985 y no permitieron más nacionalidad israelí que la judía. Así, con dos cojones. ¡Ah, mientras tengamos esos iluminadores ejemplos no podemos ni dudar!
Lo único que me diferencia de los judíos es el aspecto religioso. Yo es que soy ateo, ministro. No, no soy agnóstico. Yo no dudo, sino que sé. Soy ateo. Un ateo socialista y nacionalista español. Y vivo con ese peso sobre mi conciencia sin problemas. Y no necesito cilicios, como usted, para ordenar mi conciencia. No es necesario que mi criterio lo ordene un Dios, por importante que sea, para poner a mi patria por encima de todas las cosas. ¡Yo no tengo más dios que la Diosa de la Libertad, la Igualdad y la Solidaridad, o sea, la República Socialista Española! Es decir, ministro: que yo, a diferencia de usted mismo, no me someto al Vaticano ni al criterio de su jefe de Estado, el Papa Francisco, «Frank el Pope», como le llaman en Sicilia.
¿Por qué soy socialista? Porque creo en la igualdad de oportunidades de todos los españoles, tras su nacimiento. Y dejo clara la preposición “tras” antes del sustantivo nacimiento, pues creo en el derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad siempre, a toda edad y ante toda eventualidad. ¿Sabe usted por qué, ministro? Pues porque sé que sólo los timadores profesionales o los clérigos (y usted, si me lo permite) se atreven a legislar sobre las controversias entre los derechos de un nacido y de un nasciturus que no tiene derechos, como usted bien sabe, hasta después de haberse mantenido 24 horas por sí mismo fuera del seno materno. ¡Venga, venga, ministro! ¡Que es usted abogado del Estado, y lo tiene que saber! El Estado no puede ni siquiera opinar, no digamos ya mediar, entre los derechos de un alguien y los DE UN NADIE.
Y soy socialista, porque creo, y estoy dispuesto a jugarme la sangre en ello, que todos los españoles debemos ser iguales ante la Ley: y eso significa que no puede haber reyes, ni nobles, ni infantas, ni duques empalmados, ni banqueros, ni empresarios, ni obispos, exentos de cumplir con la Ley o sujetos a una versión edulcorada de la Ley, como los hay ahora (Sáenz…Mientras se recuerde el caso Sáenz, consejero delegado del Banco de Santander, no habrá Ley partitocrática que me obligue a nada, ministro).
Y la Ley debe ser simple e inteligible para cualquier español. Y mi socialismo no es social-demócrata ni social-cristiano. Mi socialismo es un socialismo radical (desde la raíz), totalitario (sin concesiones ni componendas). Un socialismo que se parecería al de la extinta URSS, si no fuera por sus veleidades internacionalistas. Porque yo no soy internacionalista, ministro, sino nacionalista. Yo no intento imponer nada a nadie, más allá de los Pirineos ni de los tramos de los cauces del Guadiana, el Tajo, el Duero o el Miño que hacen frontera con Portugal.
¿Por qué soy nacionalista? Pues porque el gravísimo problema social que afecta a los españoles, que es mi problema, el de mi familia, el de mis amigos y el de mis compatriotas, empieza en los Pirineos. Por encima de ellos, el paro es del 10,8%. Por debajo, del 26% (dejo la cifra oficial, aunque ya sabe usted lo que significan las cifras oficiales de su coleguita Báñez, la virgen Fátima). Por encima de ellos, la renta per cápita es de 41.223 €. Por debajo, de 27.670 €.
Por encima, existe sentimiento de pertenencia a una patria. Por debajo no hay otra cosa que taifas y traidores, como usted mismo, si me lo permite decir sin tapujos, amparándome en la virtud de la sinceridad. No me han dejado ustedes más remedio que ser nacionalista. Porque Europa, como bien lo ha demostrado, no tiene intención de resolver ninguno de nuestros problemas, sino que piensa crearnos tantos como pueda hasta expoliarnos absolutamente y que le sirvamos como esclavos. Hasta que asumamos que todo nuestro futuro será limpiarle el culo a los ancianos de Europa y ofrecerles a sus jóvenes alcohol barato de nuestros viñedos y jugo de los coños de nuestras hembras a precio de saldo.
Créame, ministro: Si la crisis española abarcase a Europa entera, yo sería europeo. Pero no es así: Europa es rica, y España es pobre. Europa abusa de nosotros, y nosotros somos los abusados. Así que no soy europeo. Como no puede ser europeo un griego, por las mismas razones que nosotros. Ni un Serbio, pues jamás podrá olvidar que la OTAN bombardeó Belgrado. Si quiere, sea europeo usted. O vaticano, que es el gentilicio del Estado de la Ciudad del Ídem y debiera serlo de todos los miembros del Opus Dei y de los cristianos, en general. Pues los cristianos, que son los que van siempre a votar a su partido, el PP, no son españoles, sino ovejas del rebaño de Cristo (¿a que no lo niega ni uno solo de ellos?), y no tienen más nación que los verdes pastos a los que tenga a bien conducirlos su Gran Pastorazo jesuita.
Nuestro caso, el de los españoles dentro de la Unión Europea, solo tiene parangón en Grecia. Y la solución de Grecia es la misma que la nuestra: el nacionalismo socialista. Por eso, Amanecer Dorado es la vencedora real de las elecciones últimas, a pesar de los pucherazos y de las ilegalizaciones contra toda idea de democracia. Y es ya la única organización social exigiendo justicia y enfrentándose a la usura internacional de Goldman Sachs y sus coleguitas de la FED y del FMI, a los que usted no piensa enfrentarse nunca, sino todo lo contrario, que a lo mejor lo que usted desea, ya que nunca va a ser presidente del Gobierno, es terminar usted en alguna de esas entidades cobrando sumas extraordinarias en pago a su traición, como el cómitre de Guindos.
No quiero hablarle de Grecia, en realidad, aunque sienta a los griegos como hermanos en la desgracia. Ni de Serbia, aunque sienta admiración por su nacionalismo trasnochado. A pesar de que Grecia y España representan la civilización Europea y el imperialismo de ultramar, respectivamente. Ellos descubrieron la filosofía y triunfaron en la Edad Antigua y nosotros descubrimos América y triunfamos en la Edad Moderna. Y ambos fuimos desposeídos posteriormente.
Y para ese atraco no hay derechos de autor que esgrimir, basta con un mero: “Gracias, griegos, por inventar la Democracia que sentó las bases de nuestro control social”; y “gracias, españoles, por abrir un continente a la explotación de los insaciables”. Y los anglo-judíos se lo quedaron todo. Y si no me cree usted, pregúntele a los argentinos, por ejemplo. Pregúnteles, ministro, pregúntele a los argentinos.
Y como sé que a usted le encantaría que yo, que me declaro nacionalista español y socialista, fuera antisemita, quiero aclararle algunas cosas sobre mi forma de pensar… Por ejemplo:
¿Qué debe hacer España con los judíos? Respuesta: Nada especial. Tratarlos como al resto de los españoles. Lo único importante es desposeer a los banqueros internacionales, londinenses y norteamericanos, del control de la banca española, sean judíos o gentiles, eso es secundario (el que los miembros del Federal Reserve Board of Governors sean todos judíos no es para mí otra cosa que una sorprendente e improbable casualidad; el que lo hayan sido todos sus miembros desde su creación, allá por 1913, no es otra cosa que una altamente improbable y sorprendente casualidad).
La banca española debe ser nacionalizada, el euro erradicado de España y la peseta reimplantada, una peseta no cambiable en los mercados financieros internacionales. Los judíos serán siempre bienvenidos a España para trabajar en algo productivo, como el resto de los españoles. Especialmente, los judíos sefarditas, que fueron españoles en su tiempo, y dicen que aún guardan las llaves de sus casas en Toledo y otros lugares. Que se vengan para acá, ministro.
Pero, eso sí, renunciando a la nacionalidad judía (no existe la nacionalidad israelí): O son judíos, o son españoles, porque mi nacionalismo no admite dobles nacionalidades, así de radical es. Como la usura estará penada en España, así como el tráfico de divisas y de oro, no sé si los judíos estarán muy interesados en vivir en España o en ser españoles. Pero ese es su problema, no el mío. Si quieren arremangarse y trabajar, aquí estoy yo, para trabajar hombro con hombro con todos ellos en el astillero, en el alto horno o en la mina.
¿Qué debe hacer España con los nacionalistas periféricos, catalanes y vascos? Darles a elegir: o son españoles, o son apátridas residentes en España. Así de claro. Y si, cuando sean apátridas, deciden formar una nación propia, allá ellos. Pero aquí seguirán siendo considerados apátridas, con los derechos de los apátridas. También pueden emigrar a Francia, a ver si allí los tratan mejor y les dejan apoderarse de parte de su territorio para expoliar a los franceses.
¡A ver! Aunque es posible que los propios catalano-franceses los corran a sopapos con sus gorros frigios, porque a ellos no les avergüenza ser franceses. Pues eso: Con toda libertad, que se vayan; y si se arrepienten, que vuelvan. Lo que no les aconsejo es que financien ninguna clase de terrorismo contra España como venganza por haberse convertido en apátridas o en nacionales sin estado, porque se les aplicará la Ley, e irán a la cárcel. Y si sus delitos son de sangre, puede que sean fusilados. Depende de la Ley que aprobemos todos los españoles a través de nuestros diputados. ¡Y no le hace gracia a nadie eso de que lo fusilen!
Ya ve, así pienso yo. Si opina usted que, por esta forma de pensar, es mejor que ingrese en cualquiera de las prisiones que regenta usted en la Península de Patraña, déjeme aquí mismo un recado. En la sección de comentarios. Anote qué prisión y qué día. Y allí estaré. Sin nada encima, porque nada tengo. Pero le aseguro que con dignidad nacional. Sepa usted que ese día estará usted encarcelando a UN SEMPITERNO SOCIALISTA Y RECIÉN CONVERSO NACIONALISTA, A UN ESPAÑOL DE CORAZÓN.
Saludos.
ESPAÑOL NACIONALISTA Y SOCIALISTA
(Al mismo tiempo, ya ve usted)
NOTA: El artículo, enviado por un lector, no conculca el CP, pues no “incita a la comisión de alguno de los delitos de alteración del orden público” ni “sirve para reforzar la decisión” de otros para cometerlos. Y, como él mismo aclara, tampoco es antisemita. Por el momento, militar ideológicamente en el nacionalismo socialista no está prohibido en España ni en ninguna de sus partes o taifas, como demuestra la existencia legal de partidos como ERC, ICV, en Cataluña o Ezker Batua o Sortu, en el País Vasco.
Fuente: Ácratas.net
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