Carta a los Reyes Magos desde Haití

Carta a los Reyes Magos desde Haití

Guenson Registre, que así se llama y apellida, vive-malvive-sobrevive como puede o como le dejan- en el suburbio-estercolero-basurero de Cité Soleil, Puerto Príncipe, Haití.

Guenson tiene ahora algo más de once años; tres tenía cuando empecé a apadrinarlo. Esta es la misiva que ha redactado para Sus Mágicas Majestades, no en el créole que se habla en el barrio, sino en el correcto francés que le enseñan las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, colegio-misión en el que estudia y, sobre todo, sobrevive en medio de todas las catástrofes que asolan su tierra, hasta que ¡por favor, que no sea nunca! se nos escape de las manos.

Porque en Cité Soleil nunca se sabe quién va a ver la luz del día siguiente ni cómo. Allí no hay censos ni padrones, sólo las listas de matrícula de la escuela, a la que muchos niños, un mal día, dejan de ir y nunca se vuelve a saber de ellos.

“A mí, además de poder comer todos los días, y que no sólo sean arroz y frijoles, me gustaría tener una televisión –Guenson no pide videoconsolas, ipads, ni mucho menos ordenadores; vive en una realidad de posibilidades imposibles en la que sabe de sobra que hay cosas que nunca hará y nunca tendrá: es un niño, tiene ilusiones, pero no es iluso-. Aunque, como no tenemos electricidad en el barrio, reflexiona Guenson, me iba a dar igual tener tele.

De todos modos, creo que a todos nosotros lo que más nos gustaría es tener una fuente cerca de casa –a Guenson no le gusta llamar chabola ni bidonville a su vivienda, aunque eso lo que es, ni más ni menos-, para no tener que ir tan lejos todos los días con los bidones y las botellas a hacer cola para el agua y que luego, a la vuelta, cuando ya están llenos y pesan tanto que tenemos que llevarlos a rastras, muchas veces nos los quiten otros chicos grandes de los que llevan cuchillos, machetes y hasta metralletas.

También nos gustaría tener zapatos para todos, si no es mucho pedir, porque a mí y a mis hermanos mayores nos los dan en la escuela pero a otros no, porque no van.

Y también nos los quitan los mismos que nos roban el agua, y la verdad es que da mucho asco andar descalzo entre la mierda del camino, además de que te puedes cortar con las piedras y con los cristales, y te puede dar una infección que igual te cortan el pié y un trozo de pierna como a Janpul, que fue tomtom macoute hace un montón de años y dicen que tuvo mucho dinero de lo que mataba y robaba entonces, pero que ahora anda cojo y diciendo cosas raras entre las chabolas, desde lo de la gangrena, y nadie le tiene miedo ya.

La gangrena no se le fue con el vudú: aunque gastó todo el dinero que le quedaba de cuando era macoute en sacrificar siete gallos negros, al final, si no lo llevan al dispensario de la Misión, se hubiese muerto seguro.

Las Hermanas dicen que hay que pedir mucho por la paz, por la del mundo pero sobre todo por la de aquí, que desde que se cumplieron doscientos años de la independencia de Haití la gente anda más revuelta que de costumbre, que ya es decir, porque los que mandan nos tienen hechos un asco, que eso es verdad y una vergüenza muy grande, pero cuando hay jaleos con disparos por medio, el que más pierde es el más débil, y yo no quiero que a mi padre lo cojan en medio de una de ésas y nos lo maten a tiros o a palos.

Sus Majestades lo pasen bien.

Guenson Registre, Cité Soleil. Puerto Príncipe. Haití.”

Fuente: Lagartija presumida

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