¿Te has preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?
¿No te produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada?
¿Te has preguntado porqué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?
Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial.
Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención.
El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.
Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario.
La información ya no tiene relevancia
Desvelar los más oscuros secretos y sacarlos a la luz ya no produce ningún efecto, ninguna respuesta por parte de la población, por más terribles e impactantes que sean los secretos revelados.
Durante décadas hemos creído que los luchadores por la verdad, los informadores capaces de desvelar asuntos encubiertos o airear los trapos sucios, podían cambiar las cosas, que podían alterar el devenir de la historia.
De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad era crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos.
Y quizás durante un tiempo ha sido así.
Pero actualmente, la “evolución” de la sociedad y sobretodo de la psicología de las masas nos ha llevado a un nuevo estado de cosas, un estado mental de la población que no se habría atrevido a imaginar ni el más enajenado de los dictadores.
El sueño húmedo de todo tirano sobre la faz de la tierra: no tener que ocultar ni justificar nada ante su pueblo.
Poder mostrar públicamente toda su corrupción, maldad y prepotencia sin tener que preocuparse de que ello produzca ningún tipo de respuesta entre aquellos a los que oprime.
Ésta es la realidad del mundo en el que vivimos y si crees que esto es una exageración, observa a tu alrededor.
El caso de España es palmario
Un país inmerso en un estado de putrefacción generalizado, devorado hasta los huesos por los gusanos de la corrupción en todos los ámbitos: el judicial, el empresarial, el sindical y sobretodo el político.
Un estado de descomposición que ha rebosado todos los límites imaginables, hasta salpicar con su pestilencia a todos los partidos políticos de forma irreparable.
Y sin embargo, a pesar de hacerse públicos de forma continuada todos estos escándalos de corrupción política, los españoles siguen votando mayoritariamente a los mismos partidos, derivando, como mucho, algunos de sus votos a partidos subsidiarios que de ninguna manera representan una alternativa real.
Ahí está el alucinante caso de la Comunidad Valenciana, la región más representativa del saqueo desvergonzado perpetrado por el Partido Popular y donde, a pesar de todo, este partido de auténticos forajidos y bandoleros sigue ganando las elecciones con mayoría absoluta.
Una vergüenza inimaginable en cualquier nación mínimamente democrática.
Y desgraciadamente, el caso de Valencia es solo un ejemplo más del estado general del país: ahí tenemos el indignante caso de Andalucía dominada desde hace décadas por la otra gran mafia del estado, el PSOE, que junto con sus socios de los Sindicatos y el apoyo puntual de Izquierda Unida han robado a manos llenas durante años y años.
O el caso de Cataluña con Convergencia y Unió, un partido de elitistas ladrones de guante blanco, por poner otro ejemplo más.
Y es que podríamos seguir así por todas las comunidades autónomas o por el propio gobierno central, donde las dos grandes familias político-criminales del país, PP y PSOE, se han dedicado a saquear sin ningún tipo de recato.
Y a pesar de hacerse públicos todos estos casos de corrupción generalizada; a pesar de revelarse la implicación de las altas esferas financieras y empresariales, con la aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse por activa y por pasiva que la infección afecta al Sistema en su generalidad, en todos los ámbitos, imposibilitando la creación de un futuro sano para el país; a pesar de todo ello, la respuesta de la población ha sido… no hacer nada.
La máxima respuesta de la ciudadanía ha sido “ejercer el legítimo derecho de manifestación”, una actividad muy parecida a la que hace la hinchada cuando su equipo de fútbol gana una competición y sale en masa a la calle para celebrarlo.
Es decir, nadie ha hecho nada efectivo por cambiar las cosas, excepto picar cacerolas.
Y el caso de la corrupción política desvelada en España y la nula reacción de la población es solo un ejemplo de entre muchos tantos a lo largo y ancho del mundo.
Ahí está el caso del deporte de masas, azotado como está por la sospecha de la corrupción, de la manipulación y del dopaje y por la más que probable adulteración de todas las competiciones bajo el control comercial de las grandes marcas… y a pesar de ello, sus audiencias televisivas y su seguimiento no solo no se ve afectado, sino que sigue creciendo cada vez más y más y más…
Pero todos estos casos empequeñecen ante la gravedad de las revelaciones hechas por Edward Snowden y confirmadas por los propios gobiernos, que nos han dicho, a la cara, con luz y taquígrafos, que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que todas nuestras llamadas, nuestra actividad en redes sociales y nuestra navegación en Internet es controlada y que nos dirigimos inexorablemente hacia la pesadilla del Gran Hermano vaticinada por George Orwell en “1984”.
Y lo que es más alucinante del caso: una vez “filtradas” estas informaciones, nadie se ha preocupado de rebatirlas.
¡Ni mucho menos!
Todos los medios de comunicación, los poderes políticos y las grandes empresas de Internet implicadas en el escándalo han confirmado públicamente este estado de vigilancia como algo real e indiscutible.
Como mucho han prometido, de forma poco convincente y con la boca pequeña que no van a seguir haciéndolo…
¡Incluso se han permitido el lujo de dar algunos detalles técnicos!
¿Y cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado esa verdad?
¿Cuál ha sido la reacción general al recibir estas informaciones?
Ninguna.
Todo el mundo sigue absorto con su smartphone, sigue revolcándose en el dulce fango de las redes sociales y sigue navegando las infestadas aguas de Internet sin mover ni una sola pestaña…
Así pues, ¿De qué sirve saber la verdad?
En el caso hipotético de que Edward Snowden o Julian Assange sean personajes reales y no creaciones mediáticas con una misión oculta, ¿De qué habrá servido su sacrificio?
¿Qué utilidad tiene acceder a la información y desvelar la verdad si no provoca ningún cambio, ninguna alteración, ni ninguna transformación?
¿De qué sirve saber de forma explícita y documentada que la energía nuclear solo nos puede traer desgracias, como nos demuestran los terribles accidentes de Chernobyl y Fukushima, si tales revelaciones no surten ni el más mínimo efecto?
¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas al saqueo masivo si seguimos utilizándolos?
¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos si seguimos comiéndola?
¿De qué nos sirve saber la verdad sobre cualquier asunto relevante si no reaccionamos, por más graves que sean sus implicaciones?
No nos engañemos más, por duro que sea aceptarlo, afrontemos la realidad tal y como es.
En la sociedad actual, saber la verdad ya no significa nada, informar de los hechos que verdaderamente acontecen, no tiene ninguna utilidad real.
Es más, la mayoría de la población ha llegado a tal nivel de degradación psicológica que, como demostraremos, la propia revelación de la verdad y el propio acceso a la información refuerzan aún más su incapacidad de respuesta y su atonía mental.
La gran pregunta es: ¿POR QUÉ?
¿Qué nos ha conducido a todos nosotros, como individuos, a este estado de apatía generalizado?
Y la respuesta, como siempre sucede cuando nos hacemos preguntas de este calado, resulta de lo más inquietante.
Y está relacionada, directamente, con el condicionamiento psicológico al que está sometido el Individuo en la sociedad actual.
Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos como efectivos.
Y resultan de lo más cotidiano.
Simplemente todo se basa en un exceso de información.
En un bombardeo de estímulos tan exagerado que provoca una cadena de acontecimientos lógicos que acaban desembocando en una flagrante falta de respuesta.
En pura apatía.
Y para luchar contra este fenómeno, resulta clave saber cómo se desarrolla el proceso…
¿CÓMO SE DESARROLLA EL PROCESO?
Para empezar, debemos entender que todo estímulo sensorial que recibimos está cargado de información.
Nuestro cuerpo está diseñado para percibir y procesar todo tipo de estímulos sensoriales, pero la clave del asunto radica en la percepción de información de carácter lingüístico, entendiendo por “lingüistico”: todo sistema organizado con el fin de codificar y transmitir información de cualquier clase.
Por ejemplo, escuchar una frase o leerla implica una entrada de información en nuestro cerebro, de carácter lingüístico.
Pero también lo implica ver el logo de una empresa, escuchar las notas musicales de una canción, ver una señal de tráfico o oír la sirena de una ambulancia, por poner algunos ejemplos…
Una persona en el mundo actual, está sometida a miles y miles de estímulos lingüisticos de este tipo a lo largo de un día normal, muchos de ellos percibidos de forma consciente, pero la inmensa mayoría percibidos de forma inconsciente, que deben ser procesados por nuestro cerebro.
El proceso de captación y procesamiento de esta información lo podríamos dividir básicamente en 3 fases: percepción, valoración y respuesta.
Percepción
Sin lugar a dudas, formamos parte de la generación con mayor capacidad de procesamiento de información a nivel cerebral de la toda historia de la humanidad, con muchísima diferencia, sobretodo a nivel visual y auditivo.
Es más, a medida que nacen y crecen nuevas generaciones, éstas adquieren una mayor velocidad de percepción de información.
Una muestra de ello la podemos encontrar en el propio cine.
Visualiza un antiguo western de John Wayne, en una secuencia cualquiera de acción, como por ejemplo, un tiroteo. Y después visualiza una secuencia de un tiroteo o de una persecución de coches en una película actual.
Cualquier secuencia de acción de una película actual está trufada de sucesiones rapidísimas de planos de corta duración.
En tan solo 3 o 4 segundos verás diferentes planos: la cara del protagonista conduciendo, la del acompañante gritando, la mano en el cambio de marcha, el pie pisando el pedal, el coche esquivando un peatón, el perseguidor que derrapa, el malo que agarra la pistola, como dispara por la ventanilla, etc…y cada plano habrá durado apenas décimas de segundo.
Las imágenes se suceden a toda velocidad como los disparos de una ametralladora.
Y sin embargo eres capaz de verlas todas y procesar el mensaje que contienen.
Ahora ponte la película de John Wayne, no encontrarás sucesiones de planos a ritmo de ametralladora, sinó sucesiones de planos mucho más largos en duración y con mayor tamaño de campo visual.
Probablemente, un espectador de la época de John Wayne se habría mareado viendo una película actual, pues no estaría acostumbrado a procesar tanta información visual a tanta velocidad.
Esto es un ejemplo sencillo del bombardeo de información al que está sometido el cerebro de alguien en la actualidad, en comparación con el de una persona de hace tan solo 50 años.
Añádele a esto todas las fuentes de información que te rodean, como la televisión, la radio, la música, la omnipresente publicidad de todo tipo, las señales de tráfico, los diferentes y variados ropajes que viste cada una de las personas con las que te cruzas por la calle y que representan, cada uno de ellos una serie de códigos lingüísticos para tu cerebro, la información que ves en tu móvil, en la tablet, en internet y añádele, además, tus compromisos sociales, tus facturas, tus preocupaciones y los deseos que te han programado tener, etc, etc, etc…
Se trata de una auténtica inundación de información que debe procesar tu cerebro continuadamente.
Y todo ello en un cerebro del mismo tamaño y capacidad que el de ese espectador de los westerns de John Wayne hace 50 años.
Por lo visto, parece que nuestro cerebro tiene capacidad suficiente para percibir tales volúmenes de información y comprender los mensajes asociados a esos estímulos.
Ahí no radica el problema.
De hecho parece que nuestro cerebro disfruta con ello, pues nos hemos convertido en adictos al bombardeo de estímulos.
El problema aparece en la siguiente fase.
Valoración
Es cuando debemos valorar la información recibida, es decir, cuando llega la hora de juzgar y analizar sus implicaciones, que nos topamos con nuestras limitaciones.
Porque, literalmente, no disponemos de tiempo material para hacer una valoración en profundidad de esa información.
Antes de que nuestra mente, por sí misma y con criterios propios, pueda juzgar de forma más o menos profunda la información que recibimos, somos bombardeados por una nueva oleada de estímulos que nos distraen e inundan nuestra mente.
Es por esta razón que nunca llegamos a valorar en su justa medida, la información que recibimos, por importantes que sean sus posibles implicaciones.
Para comprenderlo mejor, vamos a utilizar una analogía, en forma de pequeña historia.
Imaginemos a una persona muy introvertida, que pasa la mayor parte de su tiempo encerrada en casa.
Prácticamente no tiene amigos ni entabla relaciones sociales de ningún tipo.
Ahora supongamos que esa persona baja al supermercado a comprar una botella de leche y cuando va a pagarla, se le cae al suelo y la rompe, causando gran estruendo y manchando su ropa a ojos de todos los clientes y de la cajera.
Cuando esa persona vuelva a su casa, aislada de toda relación y estímulo social, probablemente dará un gran valor a lo acontecido en el supermercado.
Se preguntará por qué le cayó la leche y qué movimiento en falso realizó para que eso sucediera; se preguntará si fue culpa suya o fue culpa de la botella que era demasiado resbaladiza; analizará en su cabeza la mirada de la cajera y los gestos y comentarios de todos y cada uno de los clientes; incluso observará las manchas en su ropa e intentará adivinar lo que pensaban sobre ella las demás personas al verla en esa situación.
Se sentirá ridícula y juzgará aquel acontecimiento meramente anecdótico como mucho más importante de lo que realmente es.
Simplemente porque para ella, ese ridículo en el supermercado será el gran acontecimiento social del día o de la semana y quizás no lo olvide nunca más en su vida.
Ahora sustituyamos a la persona introvertida y sin relaciones por un modelo opuesto. Una persona extrovertida, que pasa el día entero rodeada de gran cantidad de personas y acontecimientos, interactuando frenéticamente con clientes y compañeros de trabajo, hablando por teléfono, concertando citas, comprando, vendiendo, haciendo reuniones, riendo, enfadándose y rematando el día tomando copas con los amigos.
Supongamos que esta persona va a comprar la leche y también se le cae causando gran estruendo y manchándose la ropa.
La valoración que hará del hecho será meramente anecdótica, pues representará un evento más de entre los muchos acontecimientos de carácter social que experimenta a lo largo de la jornada, y en pocas horas se habrá olvidado de lo sucedido.
Una persona en la sociedad actual se asemeja mucho al segundo modelo, sometida a gran cantidad de estímulos sensoriales, sociales y lingüísticos.
Para nosotros, toda información recibida es rápidamente digerida y olvidada, arrastrada por la corriente incesante de información que entra en nuestro cerebro como un torrente.
Porque vivimos inmersos en la cultura del twit, un mundo donde toda reflexión sobre un evento dura 140 caracteres.
Y esa es la profundidad máxima a la que llega nuestra limitada capacidad de análisis.
Es por esta razón, por nuestra impotencia a la hora de valorar y juzgar por nosotros mismos el volumen de información al que estamos sometidos, que la propia información que nos es transmitida lleva incorporada la opinión que debemos tener sobre ella, es decir, aquello que deberíamos pensar tras realizar una valoración profunda de los hechos.
Es decir, el emisor de la información le ahorra amablemente al receptor el esfuerzo de tener que pensar.
Ese es el procedimiento que utilizan los grandes medios de comunicación y en un mundo con individuos auténticamente pensantes sería calificado de manipulación y lavado de cerebro.
La televisión es un claro ejemplo de ello, fijémonos en un noticiario cualquiera.
Todas las noticias de todos las cadenas están narradas de forma tendenciosa, de manera que contengan en su redactado y presentación no solo la información que debe ser transmitida, sino la opinión que debe generar en el espectador.
O más claramente aún, el ejemplo de las omnipreentes tertulias políticas, donde los tertulianos son calificados como “generadores de opinión”, es decir, su función es generar la opinión que deberías fabricar por ti mismo.
Así pues, el bombardeo contínuo e incesante de información en nuestro cerebro nos impide juzgar adecuadamente el valor de los hechos, con criterio propio y según nuestros códigos internos.
Nos quita el tiempo que deberíamos tomarnos para sopesar las consecuencias de un acontecimiento y lo fragmenta en pedacitos de 140 caracteres y con ello, convierte en breve y superficial cualquier juicio que emitamos sobre una información recibida.
Resumiendo: nos hace pensar “en titulares” y por norma general, esos titulares ni tan solo los pensamos nosotros mismos, sino que nos son inoculados con la propia información.
Respuesta
Una vez reducido a la mínima expresión nuestro tiempo de valoración personal de los hechos, entramos en la fase decisiva del proceso, aquella en que nuestra posible respuesta queda anulada.
Aquí entran en juego las emociones y los sentimientos, el motor de toda respuesta y acción.
Y es que al fragmentar y reducir nuestro tiempo dedicado a juzgar una información cualquiera, también reducimos la carga emocional que asociamos a esa información.
Observemos nuestras propias reacciones: podemos indignarnos mucho al conocer una noticia cualquiera, ofrecida en un noticiario, como por ejemplo el desahucio forzoso de una familia sin recursos, pero al cabo de unos segundos de recibir esa información, somos bombardeados por otra información distinta que nos lleva a sentir otra emoción superficial diferente, olvidando así la emoción anterior.
Para decirlo de forma gráfica y clara: de la misma manera que nuestra capacidad de juicio y análisis queda reducida a un twit, nuestra respuesta emocional queda reducida a un emoticono
Y aquí es donde reside la clave del asunto.
Es en este punto donde queda desactivada nuestra posible respuesta, para comprenderlo mejor, volvamos a la analogía de las personas introvertida y extrovertida que rompían la botella de leche en el supermercado.
La persona introvertida encerrada en su hogar, que ha otorgado un valor más profundo a los hechos acontecidos en el supermercado seguirá dándole vueltas al asunto una y otra vez.
Es decir, no olvidará fácilmente las emociones vinculadas al ridículo que sintió en ese momento y con mucha probabilidad, esa exposición continuada a sus propias emociones acabará desembocando en un sentimiento de incomodidad ante la posibilidad de volver al lugar de los hechos.
Así pues, es muy posible que esa persona no vuelva durante un tiempo a comprar en ese supermercado, aunque eso implique que ha que ir bastante más lejos a comprar la leche.
Hasta el punto de llegar a fabricar un sentimiento de repulsa hacia el propio establecimiento y las personas que la vieron hacer el ridículo, es decir, la energía emocional que habrá volcado sobre ese hecho concreto, habrá terminado desembocando en una reacción efectiva ante el hecho en sí.
Sin embargo, la persona extrovertida volverá sin ningún problema al supermercado a comprar leche, pues en su mente, el suceso llevará asociada muy poca carga emocional.
Como mucho, quizás se ruborice un poco al ver a la cajera o a algún cliente.
Es decir, la persona extrovertida, no emprenderá acciones efectivas y tangibles derivadas del suceso de la botella de leche.
Más allá de las valoraciones que hagamos sobre estos personajes inventados, estos ejemplos nos sirven para demostrar que el bombardeo incesante de información al que estamos sometidos acaba desembocando en una fragmentación de nuestra energía emocional y por ello acabamos ofreciendo una respuesta superficial o nula.
Una respuesta que en momentos como el que vivimos, intuímos debería ser mucho más contundente y que sin embargo, no llegamos a generar porque carecemos de energía suficiente para hacerlo.
Y todos observamos desesperados a los demás y nos preguntramos “¿Por qué no reaccionan? ¿Por que no reacciono yo?”
Y esa impotencia desemboca, al final, en una sensación de frustración y apatía generalizadas, ésta parece ser la razón básica por la que no se produce una Revolución cuando, por la lógica propia de los acontecimientos, debería producirse.
Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico
Éste es el mecanismo básico que aborta toda respuesta de la población ante los continuos abusos recibidos.
La BASE sobre la que se sustentan todas las manipulaciones mentales a las que estamos sometidos actualmente.
El mecanismo psicológico que mantiene a la población idiotizada, dócil y sumisa
Lo podríamos resumir así:
El excesivo bombardeo de información nos impide tomarnos el tiempo necesario para otorgar el valor adecuado a cada información recibida y con ello, nos impide asociarle la suficiente carga emocional como para generar una reacción efectiva y real.
¿CONSPIRACIÓN O FENÓMENO SOCIAL?
Poco importa si todo esto forma parte de una gran conspiración para controlarnos o si hemos llegado a este punto por la propia evolución de la sociedad, porque las consecuencias son exactamente las mismas: los más poderosos harán lo posible por mantener estos mecanismos en funcionamiento; incluso fomentarán tanto como puedan su desarrollo, simplemente porque les beneficia.
De hecho, la propia revelación de la verdad favorece estos mecanismos, a los más poderosos ya no les importa mostrarse tal y cómo son ni desvelar sus secretos, por sucios y oscuros que éstos sean.
Revelar estas verdades ocultas contribuye en gran medida a aumentar el volumen de información con el que somos bombardeados.
Cada secreto sacado a la luz crea nuevas oleadas de información, que puede ser manipulada e intoxicada con datos adicionales falsos, contribuyendo con ello a la confusión y al caos informativo y con ello a nuevas oleadas secundarias de información que nos aturdan aún mas y nos suman más profundamente en la apatía.
Si combinamos esta apatía, fruto de la poca energia emocional con la que intentamos responder, con las tremendas dificultades que el propio sistema nos pone a la hora de castigar a los responsables, se generan nuevas oleadas de frustración, cada vez más acusadas, que nos llevan, paso a paso, a la rendición definitiva y a la sumisión absoluta.
Así pues, no lo dudes: a las personas que ostentan el poder les interesa bombardearte con enormes volúmenes de información lo más superficial posible
Porqué una vez instaurada en la sociedad esta forma de interactuar con la información recibida, todos nosotros nos convertimos en adictos a ese incesante intercambio de datos.
El bombardeo de estímulos representa una auténtica droga para nuestro cerebro, que cada vez necesita más velocidad en el intercambio de informaciones y exige menos tiempo para tener que procesarlas.
Nos sucede a todos: cada vez nos cuesta más dedicar tiempo a leer un artículo largo cargado de información estructurada y razonada, exigimos que sea más resumido, más rápido, que se lea en una sola línea y que se ingiera como una pastilla y no como un ágape decente.
Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de contínuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia.
Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles.
Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.
Hacia ahí se dirige el ser humano de forma acelerada.
¿Vamos a permitirlo?
CONCLUSIÓN
Quizás todo lo expuesto anteriormente no es lo que querías escuchar.
Es poco estimulante y resulta algo complicado y farragoso, pero las realidades complejas no pueden reducirse a un ingenioso titular en forma de twit.
Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde estan en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos.
Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad
Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.
Como acabamos de ver, la información y la verdad ya no tienen importancia, porque nuestros mecanismos de respuesta están averiados, debemos descender hasta ellos y repararlos; y para conseguirlo, debemos saber cómo funcionan.
Para ello no será necesario hacer un complejo curso de psicología: observando con atención y razonando por nosotros mismos podemos conseguirlo, porque no se trata de algo esotérico ni fundamentado en creencias extrañas de carácter Místico, Religioso o New Age.
Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual, porque nuestra mente está programada por el Sistema.
Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.
¿Tú lo vas a hacer?
Fuente: Gazzetta del Apocalipsis
Gracias, hacia tiempo que me sentía raro, no disfrutaba con las noticias en la radio y escuchaba música clásica por el hartazgo de información en tropel.
No veia casi tele, cuando salgo lo hago solo y observo.
Espero por estas cosas no convertirme en un psicópata.
Gracias por haberme hecho comprender que el raro no soy yo ni el único que aún le gusta desmenuzar las cosas y buscar mas de una verdad una vez más GRACIAS
«No basta decir solamente la verdad, más conviene mostrar la causa de la falsedad… » Aristóteles
Un libro:
«Elogio del imbécil» de Pino Aprile
¡Grande el articulo!
» no se trata de algo esotérico ni fundamentado en creencias extrañas de carácter Místico, Religioso o New Age.»
Me recuerda el eterno surgimiento de minigrupos neonazis que aseguran no ser de derechas ni de izquierdas.
La verdad no me lo he leído completo porque la realidad es simple el Pueblo NO CRE EN LOS PARTIDOS POLITICOS, NO EN NINGUNO, decimos que TODOS SON IGUALES llegan al Poder y simple se olvidan de porque están ahí y quienes los han puesto, solo buscan acomodarse en su SILLON y a los demas que nos den.
Hacia mucho tiempo que no disfrutaba leyendo un articulo así. Enhorabuena.
Es un punto de vista interesante, que comparto solo parcialmente. No creo que todo se pueda justificar por una explicación psicológica sobre estímulos cada vez más rápidos e intensos por películas, internet y consolas. El artículo tiene cierto tono… ¿mesiánico? que no me ha acabado de hacer gracia (ni la equiparación de sindicatos a PSOE o PP, por muy mal que se haya hecho desde sus cúpulas mirando a otra parte, no es lo mismo).
Apunto otros motivos por los que no ha habido una revolución que se me ocurren:
Creo que en España aún hay mucha gente que se siente satisfecha por acceder a tecnología ni siquiera soñada hace 7 años, o por ser los privilegiados que tenemos a Cristiano Ronaldo y a Messi. Asocian una revolución a una pérdida de privilegios, sin percibir que somos el mercado, que las grandes empresas los necesitan. Nadie te va a quitar el iphone, tontorrón. A no ser que la revolución sea absoluta.
Otro factor: la polarización de los mensajes políticos. La gente es del PP o del PSOE como se es del Sevilla o el Betis. Incluso estando parados y con mil argumentos para salir a quemar un banco o una sede de un partido, mucha gente se sigue resistiendo a despotricar del PP o del PSOE de turno: llevamos años asistiendo a que todo se vea desde esa óptica, igual que en fútbol nos han enseñado a entenderlo todo como Madrid / Barcelona, y desde hace 4 o 5 años, Cristiano / Messi. No creo que lo del fútbol sea un ejemplo banal, probablemente haya intencionalidad, consiguiendo que el personal esté acostumbrado a ser de una cosa u otra, exclusivamente.
Por último, sospecho que ha otra cuestión que hace que Spain sea different, o por lo menos un poco. Somos un banco de pruebas del capital. Empezaron con Grecia, y seguramente han descubierto que se habían pasado. Con Portugal la cosa les ha ido mejor. Con Chipre y el descubierto de los depósitos se colaron, y en España la cosa va estupendamente, porque la Troika no tiene que tomar las decisiones. ¿Algún país nórdico soportaría un 58% de paro juvenil? ni de coña, revolución asegurada. ¿Y por qué aquí sí? Respuesta con otra pregunta: ¿Dónde vive un noruego, austriaco, danés con 20 años? en su pisito alquilado a precio razonable. ¿Y un español con 30? con sus padres. ¿Y un español con 40, si está parado? con sus padres ha vuelto. Si los 6 millones de parados estuvieran colgados, con las pocas prestaciones sociales que hay, y los 2 millones sin subsidio vivieran en la calle… otro gallo cantaría.
Siempre he pensado así, por lo que agradezco este articulo.
Es más, se que tienen su público y sus defensores, pero personajes como el gran wyoming y evole los veo como bufones al servicio de los poderes económicos por su gran labor de hipnotizar y adormecer conciencias con sus programas, que lo contrario, puesto que como decía Einstein, es mas fácil creer que pensar. Y cuando uno piensa por si mismo y sabe quien mueve los hilos de las TV ante la simple pregunta ¿si estos bufones representaran un peligro real para los intereses de los que mueven sus hilos tendría un espacio en la tv?, creo que si piensas por ti mismo la respuesta está clara.
Podría decir mucho más, pero agradezco mucho este articulo.
Hace mucho..mucho tiempo que lo veo así.. Pero somos los raros..locos etc..etc.DESPIERTA MUNDO!!!!
Como dice Carol…,antes muerta que sencilla!.. Me quedo,como soy …
Esto llevo pensándolo y venga a darle vueltas hace mucho…mucho tiempo. Y como dice Carol.. Antes muerta que sencilla. DESPIERTA MUNDO!!!!!!
Me gustó mucho su artículo, se entiende con facilidad y llega al lector. Es cierto que esto sucede, pero no me gustaría generalizar de esta forma, mucha gente piensa como usted. Hace falta buenos líderes que se comprometan. Gracias.
Muy interesante la explicación, que parece muy lógica, sobre porqué no hay reacción en general ante tanto abuso.
Partiendo de este punto, la pregunta del millón es ¿como conseguir esa transformación de la psique como la llama el autor? y no solo a nivel individual, que como bien comenta Carol puede llevar a la persona a la depresión y la ansiedad excesiva, sino, ¿que mecanismos colectivos se pueden fomentar para contrarrestar dicha manipulación generalizada de las psiques y voluntades colectivas? Esto sería la base de la verdadera REVOLUCION necesaria, no tanto en las armas sino en las voluntades y psiques colectivas que llevarían al colapso real del actual sistema y al necesario replanteamiento del orden social y valores a los que hemos evolucionado.
Me encantaría que el autor de este artículo también pudiera dar su opinión respecto a como abordar un cambio individual y colectivo,necesario a todas luces, en esta sociedad contaminada de información manipulada e interesadamente controlada y dirigida tal como presenta, y en lo que estoy en profundo acuerdo.
Para mí, la base del cambio está en la educación, y en el cuidado y la concepción de su núcleo principal que es la familia. No me refiero a la familia biológica, sino, como concepto, a la persona o personas adultas, o comunidad, que asume la responsabilidad de educar a un menor en su evolución hacia la madurez.
También el cambio radica en replantear las practicas o costumbres, fomentadas y protegidas en la sociedad y que refuerzan la creación incipiente de valores o creencias. Estos valores y creencias hacen que un individuo utilice su psique de forma autónoma e independiente fomentando valores como, el coraje, y la autoestima, necesaria para afrontar los desafíos de la vida, y filtrar y valorar adecuadamente los «miedos» que de forma interesada otros seres humano querrán infundirle para dominarle y utilizarle en propio beneficio (característica eminentemente humana desde mi punto de vista).
En las antiguas civilizaciones solían haber ritos para el paso de la adolescencia a la madurez que exigían del desarrollo del coraje, la valentía, la inteligencia y el criterio para superar pruebas aparentemente duras vistas desde nuestra actual sociedad basada en la comodidad y el malentendido «proteccionismo» (manipulación de las voluntades y castración de la iniciativa desde mi punto de vista). La superación de estas pruebas obligaban a madurar al adolescente en el propio auto conocimiento, encontrando sus fuentes de propio criterio y valentía que le hacían valioso para la comunidad y para él mismo.
¿Que quiero decir con esto? Que es necesario un sistema educativo y una sociedad que fomente y premie mas la adquisición de criterio personal y valores, dirigidos a desarrollar individuos valientes y seguros de si mismos, capacitados para gestionar los miedos, la ambigüedad, y la incertidumbre en la esfera individual, desde la solidaridad hacia sus congéneres y su comunidad. Esto contrapone al actual sistema educativo que sigue potenciando la adquisición de conocimientos, y no potencia la experimentación e investigación inteligente del universo de información existente.
A nivel practico de nuestras propia individualidades, esto se fomenta, desde mi punto de vista, en los propios comportamientos del día a día que por ejemplaridad influyen en nuestros hijos, nuestra familia, y nuestra comunidad que por extensión «viral» se amplia poco a poco a nuestra sociedad.
En definitiva, hay que demostrar individualmente la valentía de ser diferentes, cuestionar lo establecido de forma constructiva, dar ejemplo a nuestros congéneres mas próximos en los pequeños detalles del día a día, siendo profundamente solidarios y compasivos en nuestras relaciones y nuestra comunidad. Así, granito a granito haremos una sociedad mejor, a un plazo en el que posiblemente nosotros no lo veremos, pero eso no ha de importar. «Lo importante es el camino no el destino».
Gracias. Tu esfuerzo por hacernos ver la Realidad no cae en saco roto. A mi me han reenviado este artículo, y yo lo voy a reenviar, y espero que a quien se lo reenvíe haga lo mismo.
Lo dicho, gracias por compartir tu conocimiento
Excelente articulo. Es largo pero cierto y con mucha substancia. Pocos lo leeran hasta el final pq como el mismo art. Afirma, tiene mas de 140 caracteres.
Y desgraciadamente es cierto que el 95 % de la poblacion se ha vuelto vaga de cerebro y adicta a informacion inutil de cualquier tipo que la ayude a sentirse mejor. Y el otro 5% que seguimos analizando y pensando la info recibida y la llenamos de la carga emocional que merece, si, nuestro cerebro esta activo, pero arrastrado al desbordamiento de informacion, colapsado de emociones negativas muy fuertes y impotencia provocando que los que tenemos el cerebro aun sano se nos acuse de tarados por sufrir transtornos ansioso depresivos.
Y en un mundo dominado por la maldad en todos los ambitos y sectores y mayoritariamente poblado por gente «sin cerebro» la pregunta que atosiga al deprimido es » prefiero ser como ellos? Pq parece mejor ser ignorante ya que eso equivale a ser mas feliz no? … yo personalmente me quedo con mi inteligencia, capacidad aunque desbordada y valores, aunque eso me lleve a ser vista como «cerebro que no funciona bien» porque si, si funciona bien, demasiado para lo que acontece.
Pero sabiendo que no me dejo engañar por un puñado, muy numeroso, de hijos de ….
Como decia la cancion… antes muerta que sencilla 😉
La influencia de los medios de comunicación, en especial de los más directos, como la televisión, la radio y, por supuesto internet, es decisiva para trasladarnos las noticias acompañadas de la opinión del propio medio, el cual expone los supuestos motivos, la importancia y la supuesta responsabilidad de los hechos. Todos los medios divulgan su propia opinión de las noticias, también los programas de debate de asuntos de actualidad aportan personas que exponen opiniones diversas, es por ello que para ser una persona con opinión propia hay que escuchar, ver y leer diversas opiniones en diversos medios de comunicación.
Una vez que se tiene una opinión propia, uno ya es libre para apoyar una causa u otra, colaborar una ONG de la manera que mejor parezca, compartir ideología con un partido político o participar en una manifestación de protesta.